¿Qué es una falacia
lógica?
Una falacia lógica
es un error de razonamiento que invalida un argumento. Una de las
características básicas del pensamiento lógico es la capacidad para detectar
errores en las conclusiones o en las premisas de un determinado argumento para
poder evitar los razonamientos falaces, ya que éstos nos dificultan llegar a
conocer la verdad de los hechos y nos hacen más susceptibles a la manipulación
y la tergiversación.
Cuando discutimos con otra persona y
exponemos nuestro razonamiento, solemos seguir una serie de pasos lógicos; defendemos
nuestra postura partiendo de determinadas premisas para llegar a una
conclusión, que no es más que la proposición que se defiende sobre la base de
las premisas anteriores.
Sin embargo, en ocasiones la discusión se tuerce y
se introducen falacias lógicas que invalidan la argumentación de uno de los
contendientes, por lo que a partir de ese punto la batalla dialéctica debería quedar
suspendida.
Las falacias lógicas y argumentativas
son, en definitiva, afirmaciones sin fundamento que a menudo se proclaman con
una convicción que las hace sonar como si fueran hechos probados. Sean cuales
sean sus orígenes, las falacias pueden adquirir un significado especial cuando
se popularizan en los medios y se convierten en parte de los dogmas propios de
una sociedad. Por eso es importante saber detectarlas y combatirlas.
Los 10 tipos de
falacias lógicas y argumentativas
Las falacias, esas
brechas lógicas que invalidan los argumentos, no siempre son fáciles de
detectar.
Mientras que algunas se identifican
como inconsistencias evidentes, otras son más sutiles y pueden colarse en
conversaciones cotidianas sin ser detectadas. Tener una comprensión de estas
falacias lógicas y argumentativas puede ayudarnos a analizar con mayor
confianza los argumentos y las afirmaciones en las que participamos a diario.
A continuación te presento una lista de las 10
falacias lógicas y argumentativas más comunes.
1. Falacia “ad
hominem”
Los ataques personales son contrarios a
los argumentos racionales. En lógica y retórica, un ataque personal se llama
“ad hominem”, que en latín significa “contra el hombre”. En lugar de avanzar en
un buen razonamiento, una falacia ad hominem reemplaza la argumentación lógica
con un lenguaje ofensivo no relacionado con la verdad del asunto.
Más específicamente, es una falacia
de relevancia en la que alguien rechaza o critica la opinión de otra persona
sobre la base de características personales, sus antecedentes, su apariencia
física u otras características irrelevantes para el argumento en cuestión. Un ejemplo
de esta falacia: “Como Antonio no es mujer, no puede opinar de feminismo”.
2. Falacia del
hombre de paja
La falacia del
hombre de paja consiste
en atacar una posición lógica y argumentativa que el contrincante realmente no
tiene.
Es una forma sencilla de hacer creer
que la posición de uno parezca más fuerte de lo que es. Usando esta falacia,
los puntos de vista del oponente se caracterizan como absurdos y poco fiables;
en comparación, la propia posición se ve como más verídica, seria y fiable.
Ejemplo: Pedro: “Creo que deberíamos
remodelar nuestra página web”. Antonio, responde: “Ya, claro, ¿estás diciendo
que nuestro trabajo en el departamento de diseño interno no vale nada y que
tenemos que derrochar el dinero en otro departamento externo?”.
3. Falacia de la
apelación a la autoridad
Esta falacia
argumentativa, también denominada “ad verecundiam”, ocurre cuando hacemos mal uso de una
autoridad.
Este mal uso de la autoridad puede
ocurrir de varias maneras. por ejemplo: podemos citar solo a las autoridades,
alejándonos convenientemente de otras pruebas comprobables y concretas como si
la opinión de los expertos fuera siempre correcta; o podemos citar autoridades
irrelevantes, autoridades pobres o autoridades falsas.
Por ejemplo, cuando alguien dice: "compro
ropa deportiva en esta tienda porque este famoso dice que es el mejor". El
famoso en cuestión puede ser un portavoz, pero eso no lo convierte en una
autoridad relevante cuando se trata de ropa deportiva. Por lo tanto, esta
argumentación se convierte en falacia de apelación a la autoridad.
4. Falacia de la
falsa equivalencia
La falacia de la
falsa equivalencia o de la ambigüedad se da cuando una palabra, una frase o
una oración se usa deliberadamente para confundir, engañar o inducir a error al sonar como
si dijera una cosa pero en realidad dice otra. A menudo, este engaño aparece en
forma de eufemismos, reemplazando las palabras desagradables con una
terminología más atractiva.
Por ejemplo, un eufemismo podría
estar reemplazando "mentir" con la frase "licencia
creativa", o reemplazar "mi pasado criminal" con “mis
indiscreciones juveniles" o “crisis económica” por “desaceleración”.
5. Falacia
populista
Esta falacia,
también denominada argumento “ad populum”, supone que algo es cierto (o correcto o
bueno) porque otras personas están de acuerdo con la persona que lo afirma; esto es, se
acepta algo que se dice porque es popular. Esta falacia argumentativa es común
entre los anunciantes, por ejemplo.
Muchas empresas basan sus anuncios en
frases que utilizan esta falacia, asegurando que si muchas personas han
utilizado sus productos es porque son los mejores (también millones de personas
consumen tabaco y no es algo bueno, de ahí la falacia).
6. Falacia del
costo hundido
A veces invertimos
tanto en un proyecto que somos reacios a abandonarlo, incluso cuando resulta
infructuoso y fútil.
Es natural y generalmente no es una
falacia querer continuar con algo que consideramos importante; sin
embargo, este
tipo de pensamiento se convierte en una falacia cuando comenzamos a pensar que
deberíamos continuar con una tarea o proyecto debido a todo lo que hemos puesto
en él, sin tener en cuenta los costos futuros en los que probablemente
incurramos al hacerlo.
Todos somos susceptibles a este
comportamiento anómalo cuando anhelamos esa sensación de finalización o una
sensación de logro, o estamos demasiado cómodos o demasiado familiarizados con
este proyecto difícil de manejar. Y ocurre con demasiada frecuencia en aspectos
tan relevantes como el matrimonio o los negocios, por eso es importante saber
detectarlo a tiempo.
7. Falacia circular
La falacia o
argumentación circular ocurre el argumento de una persona simplemente
repite lo que ya asumió de antemano y no llega a ninguna nueva conclusión. Los argumentos
circulares también se llaman “petitio principii” o petición de principio, y se
producen cuando la proposición que ha de ser probada se incluye de forma
implícita o explícita en las premisas (las afirmaciones que sirven para probar
la conclusión posterior).
Se puede reconocer un argumento
circular cuando la conclusión también aparece como una de las premisas en el
argumento. Por ejemplo, si alguien dice: “Lo que hay escrito en La Biblia es
verdadero”, y defiende su postura diciendo: “Porque lo dice la propia Biblia”, estaría
incurriendo en una evidente falacia circular.
8. Falacia de la
generalización apresurada
Una generalización apresurada es una
declaración general sin evidencia suficiente para respaldarla. Ésta se produce a
partir de la prisa por llegar a una conclusión, lo que lleva a la persona que
argumenta a cometer algún tipo de suposición ilógica o a emitir estereotipos,
conclusiones injustificadas o exageraciones.
Normalmente, solemos generalizar al
hablar, y es una parte necesaria y natural del acto comunicativo y el lenguaje.
No hay una regla establecida para lo que constituye evidencia
"suficiente". En algunos casos, podría ser posible encontrar una
comparación razonable y demostrar que la afirmación es verdadera o falsa. Pero
en otros casos, no hay una manera clara de respaldar el reclamo sin recurrir a
conjeturas.
Con todo, una forma sencilla de
evitar generalizaciones apresuradas es añadir calificadores como "a
veces", "tal vez" o "a menudo". Cuando no nos
protegemos contra la generalización apresurada corremos el riesgo de caer en
estereotipos, y de verter afirmaciones sexistas o racistas, por ejemplo.
9. Falacia del
falso dilema
Esta falacia
argumentativa ocurre
cuando fallamos al limitar las opciones a únicamente dos, cuando de hecho hay
más opciones para elegir. A veces las opciones son entre una cosa, la otra,
o ambas cosas juntas (no se excluyen entre sí). Y a veces hay una amplia gama
de opciones.
Los argumentos basados en el falso
dilema son solo falaces cuando, de hecho, hay más opciones que las establecidas.
Sin embargo, no es una falacia si realmente solo hay dos opciones.
Por ejemplo, cuando decimos "O
The Beatles son la mejor banda de todos los tiempos, o no lo son". Este
sería un verdadero dilema, ya que en realidad solo hay dos opciones: lo son, o
no lo son. Sin embargo, sería un falso dilema decir: "Solo hay dos tipos
de personas en el mundo: personas que aman a The Beatles y personas que odian
la música", ya que habrá algunas personas que serán indiferentes a su
música y otras a las que les podrá gustar o no, pero sin tanta intensidad.
10. Falacia de la
correlación y la causalidad
La falacia causal se refiere a
cualquier fallo lógico que se produce al identificar una causa; es decir, cuando
se concluye acerca de una causa sin evidencia suficiente para hacerlo.
Por ejemplo, si alguien dice: “Dado
que sus padres le llamaron Jesús, deben ser religiosos cristianos”. En este
caso, aunque es posible que sea cierto y sean religiosos, el nombre por sí solo
no es evidencia suficiente para llegar a esa conclusión.
Otra falacia causal es la falacia
“post hoc”, la abreviatura de “post hoc ergo propter hoc” ("después de
esto, por lo tanto debido a esto"). Esta falacia ocurre cuando confundes
algo con la causa solo porque vino primero. El hecho de que algo haya sucedido
antes no significa que haya causado eso.
Esta falacia además suele ser la
responsable de muchas supersticiones y falsas creencias. Todos sabemos que el
resfriado común dura unos 7 días. Pues bien, si alguien se toma una pastilla de
homeopatía (que no tiene ningún efecto más allá del placebo) cuando le viene el
resfriado y se cura pasada una semana, pensará que ha sido la pastilla la que
le ha curado, cuando en realidad lo único que ha sucedido es que han pasado los
7 días de rigor para que la persona vuelva a estar sana de nuevo.